Mère La Croix

Nace el 22 de mayo de 1762, superiora general de 1762 a 1801, muere el 16 de mayo de 1801 en Janville


Jeanne Boué Bouvier, hija de Denis e Isabelle, nació en el pequeño pueblo de Rouvry-Saint Denis, a pocos kilómetros de Janville. Fue bautizada el 22 de mayo de 1722, posiblemente el mismo día de su nacimiento, tal como era la costumbre en aquellos años. En la toma de hábito, en 1738, recibió el nombre de Sr. La Croix, que resultará profético por todos los acontecimientos que más tarde marcaran su vida. Sabemos bien poco de sus primeros años en la Congregación. No se sabe cuales fueron sus primeras comunidades. El primer documento en el que figura su nombre data de 1755: está en el hospital de Joigny, y firma un acta notarial. En 1760 Sr. Agnès Revers la llama a Sainville y le da el cargo de superiora-coadjutora.

SUPERIORA GENERAL

El 21 de noviembre de 1762, en el transcurso de un capítulo, es elegida superiora general reemplazando a Sr. Agnès, que había dimitido a causa de su edad. Con esta elección las capitulares confirmaron la designación hecha por Sr. Agnès. Mère La Croix es la primera superiora general elegida por un capítulo. En este mismo capítulo Sr. Ascensión y Sr. Rose fueron nombradas asistentes. Más tarde se nombró a Sr. S. Laurent. Sr. Ascensión (Anne Bodière) nacida hacia 1720, hizo su noviciado en Joigny en 1739. Sabemos que a partir de 1755 fue “guardiana de enfermos” en Rozoy-en-Brie, hasta 1762, en que fue nombrada consejera. Sr. Rose (Marie Catherine Le Roy) nacida en 1740, fue admitida al noviciado en 1757. Era “cirujana” en Chaussy hasta 1762. Sr. Laurent (Elisabeth Fleury - Gauthier) nacida en 1743, recibida en la comunidad en 1761, fue enviada a Janville, donde permaneció hasta casi el fin del generalato de Sr. La Croix, cuando fue llamada a Sainville.

Tenemos también el nombre de otra asistenta: Sr. Agathe Guénée, nacida en Sainville en 1730. Se la cita en la comunidad de Puiseaux y más tarde en Longjumeau, como maestra. En el momento de la fundación de Blandy, firma como asistenta de M. La Croix, era el año 1784. Murió el año 1800 en Longjumeau. Toda la etapa del generalato de Mère La Croix está intensamente marcado por los acontecimientos políticos que sacuden el país. Se han conservado abundantes datos y numerosos nombres de hermanas que hicieron posible la supervivencia de la Congregación a pesar de la dispersión y la persecución.

En la Iglesia francesa, Mons. de Mérinville, obispo de Chartres, fue sustituido en 1746 por Mons. Rosset de Fleury. A partir de 1780, el nuevo obispo de Chartres es Mons. Lubersac. Mons. Crozat de Thorigné será el superior eclesiástico de la Congregación, desde 1755 hasta la revolución. Había sido nombrado por el obispo Mons. Rosset de Fleury. Varios sacerdotes se fueron sucediendo como capellanes de la comunidad. 

La Comunidad en tiempos de Mère La Croix

Es interesante constatar que a pesar de ser una época especialmente difícil, la Congregación creció en número de hermanas y en fundaciones. Buena parte de los archivos desaparecieron, pero se conservaron algunos documentos que iluminan la vida de la Congregación. Por ejemplo, llama la atención que con fecha de 18 de enero de 1763, conste en Sainville la muerte de una “hermana conversa”, Catherine Guillois. Soóo 20 años después de la muerte de Marie Poussepin se habían establecido distinciones entre las hermanas, a pesar de que los Reglamentos explicitan lo contrario. Es importante constatar también que algunas hermanas proceden de zonas o pueblos donde la Congregación no está presente. Se nos abre así el interrogante de cómo llegaron a conocer estas hermanas el convento de Sainville. 

Nuevas fundaciones
Mère La Croix procura que las nuevas fundaciones se hagan a partir de contratos, firmados entre las administraciones y la Congregación, especificando los mutuos compromisos las condiciones de vida de las hermanas y el trabajo que debían realizar.
 
  • 1765: SAINT FLORENTIN, las hermanas se hacen cargo del hospital. Llevan, como presentación, una carta de la “superiora general”. Es la primera vez que tenemos constancia publica del título de “superiora general”. En 1766 se construye una pequeña escuela, y en 1771 la capilla.
  •  1773: VILLENEUVE-LE-ROI, la misión de la comunidad era enseñar a las niñas a leer, escribir y también a hacer punto.
  •  1775: LE BOULAY D’ACHÈRES, para la atención hospitalaria a los enfermos. De esta fundación nos ha llegado uno de los mejores contratos e inventarios. Junto al hospital había también una escuela donde las hermanas enseñaban a leer, escribir y a hacer punto.
  •  Antes de 1781: CHÂTILLON- COLIGNY, Hospital y escuela.
  •  1781: NANTEAU-SUR- LUNAIN. 
  •  1784: BLANDY, en esta fundación Sr. Agathe representó a Mère La Croix, como consejera. El contrato se establece para el cuidado de la escuela, con tres horas de clase por la mañana y otras tres por la tarde. Las hermanas tenían derecho a un mes de vacaciones: del 8 de septiembre al 8 de octubre. Podían recibir pensionistas y medio-pensionistas. Había también un hospital. La presencia de las hermanas en Blandy se interrumpió durante la revolución, pero se reemprendió después.
  • BOULOGNE-SUR SEINE, no existen documentos que nos digan exactamente en que momento se inició la presencia de las hermanas.
  • 1792: LORRIS, La misión consiste en el cuidado del hospital.
Mientras, en Sainville, parece que no se repite el mismo ambiente de la época de M. Agnès. Posiblemente el carácter afable y capaz de engendrar confianza de M. La Croix ayudaron a ello. Sin embargo tuvo también una serie de preocupaciones originadas en parte por la misma expansión de la Congregación. La evolución de la sociedad hace que los responsables de los hospitales ya no puedan contentarse con contratos verbales, como hasta entonces. Se exigen contratos más exactos, en los que todo ha de quedar precisado. De este modo la labor de las hermanas pierde el carácter más libre que había tenido hasta este momento.

Durante estos años, por todas partes se van firmando contratos. La ley de la revolución determina que todas las religiosas sean consideradas como personas que viven bajo una regla, pero que en lo temporal dependen de la administración. Un caso típico es MEUNG-SUR-LOIRE. Desde 1713, por tanto en tiempos de Marie Poussepin, la comunidad se había responsabilizado del hospital, y a partir de 1721 de la pequeña escuela. Parece que sólo había un simple acuerdo verbal entre las hermanas y el obispo de Orleans y nunca se había planteado la necesidad de otros documentos. En 1765, después de casi 50 años de permanencia en el mismo lugar, no se sabe si a iniciativa de la comunidad o de los responsables del Hospital, se establece un contrato que perfila claramente los compromisos por ambas partes. Los responsables de la administración del hospital y del ayuntamiento firman el contrato con M. La Croix. Se determinan las actuaciones que se esperan de las hermanas, sus derechos y deberes para con los enfermos y con los administradores del hospital. Igualmente quedan especificadas las condiciones para la pequeña escuela: dos aulas, para enseñar a rezar, leer, escribir; se señala también el horario de 8h. a 12h. y de 14h. a 18h., sin mediapensión ni internado. Los domingos las hermanas tenían la obligación de ir a la misa y ocuparse de los niños que tenían escolarizados. Debían también atender al párroco y a la parroquia. Se concretan incluso las posibles visitas de la superiora general, y se prevé que pueda ser acogida por la comunidad. Y como no queda nada sin determinar se especifica incluso que los responsables del hospital albergaran y cuidaran los caballos de la viajera.

Las condiciones del contrato de Meung debían considerarse suficientemente adecuadas y claras. Por ello, en 1766, M. La Croix pide a los responsables de Janville que establezcan un contrato similar. Aquí los responsables de la administración pretenden incluir una cláusula según la cual la comunidad debe avisar el cambio de una hermana por lo menos con tres meses de tiempo. Finalmente se pacta que se avisara con un mes de tiempo. M. La Croix inicia también los trámites con el hospital de Angerville. La comunidad estaba allí desde los tiempos de Marie Poussepin. Pero aquí, debido a una mala planificación y a una serie de incumplimientos legales, se dieron mayores problemas que finalmente acabaron con la retirada de la comunidad en Angerville.

También el incumplimiento de los trámites legales con la famosa Court Verte del tiempo de Agnès Revers llevó a M. La Croix a tener que superar abundantes problemas y litigios antes de que la propiedad quedase bien registrada e inscrita. La buena gestión económica, el ritmo de vida austero y el trabajo constante de las hermanas propició que la Congregación pudiera disponer de una pequeña cantidad de dinero colocado en un pequeño banco de Chartres establecido sólo para los eclesiásticos y religiosos del obispado (Chambre Ecclesiastique de Chartres).

La vida en Sainville sigue tranquila. Las hermanas conocen a casi todas las personas del pueblo puesto que la mayoría de niños asisten a la escuela de la comunidad. Se conservan las tradiciones establecidas desde la fundación, y en los distintos lugares, en las “parroquias”, las hermanas viven como en Sainville. Para mantener la unidad entre todas, la superiora general, M. La Croix, o una de sus asistentes, visitan periódicamente las comunidades y procuran conocer los problemas y acontecimientos de la vida de cada una de ellas. Los viajes no eran fáciles, y aunque las comunidades no eran excesivamente distantes unas de otras, no se podía pensar en viajes de un solo día. Los caminos no estaban pavimentados y el trayecto era siempre cansado. Se debía prever lugares de alojamiento para las hermanas y de descanso para los caballos.
Tanto los hospitales como las escuelas poseen un material bien reducido, pero adecuado a la época. Poco a poco, el nivel cultural avanza en todo el país. En este momento la enseñanza va ligada a la religión. Todo este panorama cambiará a partir de la revolución francesa. En 1789 comenzará en Francia una transformación total de la vida, del modo de entender las cosas, y estas modificaciones afectaran también la vida de la Congregación. Después de los años de la revolución nada será ya igual. El generalato de M. La Croix comprende una de las etapas más difíciles de la historia de Francia y de la Congregación. Es verdad que hasta 1793 la comunidad de Sainville gozaba de una paz relativa, hasta 1791 tuvieron lugar las habituales ceremonias de toma de hábito y de profesión.

Pero en 1792, la comunidad, al igual que las otras congregaciones, es “invitada” a entregar todos sus documentos oficiales a la autoridad civil de Janville. Es posible que sea en este momento cuando M. La Croix esconde en un pequeño hueco de la cripta los documentos más “espirituales” de la Congregación, así como los libros de registro de las hermanas. Estos documentos serán redescubiertos en 1887. Pero dado el mal estado en que se encuentran debido a la humedad y a los años, son quemados. No existían en aquel momento las técnicas que tenemos en la actualidad, y nada podía hacerse entonces para recuperar aquellos textos que hoy nos habrían dado a conocer muchos aspectos que la Congregación.

A fines del invierno de 1793 se sitúa el episodio de la marcha de las hermanas de Sainville. Un hombre de la localidad, en principio amigo de las hermanas, las avisa que deben huir para salvar sus vidas. La gravedad del momento las lleva a marchar abandonando la casa y las propiedades. Las hermanas buscan refugio o bien en sus familias o en algunos lugares donde hay otras hermanas. Poco más tarde este hombre junto con otros dos se repartirán la propiedad de Sainville.

Mère La Croix pasa un tiempo en Meung sur Loire, y finalmente llega a Janville donde es recibida por la comunidad como una residente. En Janville, como en otros lugares, las hermanas habían podido continuar su misión sin demasiados problemas. El párroco, P. Granger, se encarga de la economía de la casa-residencia. Sin tardar demasiado este buen sacerdote se convertirá en verdadera ayuda para las hermanas siendo el alma o impulsor de la reconstitución de la Congregación.

En la mayoría de los lugares donde estaban las hermanas se sigue llevando adelante el mismo trabajo aunque sin ninguna relación con la Congregación, sin ayuda espiritual de ningún tipo, desconociendo las unas la suerte de las otras. Esta situación se prolonga aproximadamente durante diez años. En esta etapa se dan verdaderas actuaciones heroicas de hermanas que se entregan a los pueblos donde fueron enviadas. Algunas hermanas marchan o no regresan a la congregación. Cuando parece que la situación va siendo menos difícil, cuando se puede volver a pensar en la Congregación como tal, M. La Croix muere súbitamente en Janville el 16 de mayo de 1801. 
 
 “Semillas de esperanza”, Sor Madeleine Saint Jean (págs. 38-63; 64-123)