Marie Poussepin y la juventud

Por Hna. Gemma Morató

OBRA DE LA PROVIDENCIA

Marie Poussepin y su "Obra de la Providencia" dan para escribir numerosas páginas para recordar y volverse a impregnar de todo lo que hizo esta sierva de Dios. Así pues, este escrito pretende reflexionar sobre un campo concreto: los jóvenes, predilectos para la misión que el Señor encomendó a nuestra Madre Fundadora. Bien seguro que 1696 no fue un año fácil para Marie Poussepin. Ahora, después de más 300 años, lo podemos leer de diferentes formas. Pero lo más importante es que sepamos impregnarnos del espíritu de nuestra Fundadora y obrar como ella hizo, con audacia, prudencia y entrega total al Señor. Redescubramos en estas páginas que quiere Marie Poussepin de nosotras y que desea para la juventud actual.
 

introducción

Marie Poussepin siempre pensó en la juventud. Cuántas veces hemos oído, leído, reflexionado, que fundó en Sainville "una Comunidad de la Tercera Orden de Santo Domingo, para utilidad de la parroquia, para la instrucción de la juventud y el servicio a los pobres enfermos" (I.P.). Desde el principio Marie Poussepin trabajó con y para los jóvenes. Su deseo de responder a la llamada de Dios y a las necesidades de los hombres hizo de la juventud un objetivo para la misión encargada a su comunidad. Una comunidad realmente dominicana que se ampara bajo la protección de la Virgen Maria. (Cfr. I.P.). La Orden, a través de los últimos capítulos generales de los frailes y de las congregaciones femeninas, ha puesto de manifiesto la urgencia de una presencia evangelizadora en el mundo de los jóvenes. Es necesario buscar formas de actuación desde nuestro carisma, para el servicio de los jóvenes. Es una prioridad para los dominicos/as de hoy.

Marie Poussepin parte a Sainville y "allá se propone establecer con algunas jóvenes pobres del lugar una Comunidad...". (I.P.). Vivimos en un mundo en el cual aún hay muchos jóvenes pobres, no padecen la misma pobreza que los de 1696, pero sí, una pobreza que mantiene vigente, después de 300 años, la misión que nos encomendó Nuestra Madre Fundadora. 

En los últimos capítulos generales de los frailes se remarca que la Orden debe tomar conciencia de la necesidad que tienen los jóvenes de ser evangelizados. En el capítulo de Ávila ya se afirmaba que: "para nosotros, los creyentes, este mundo de los jóvenes tiene necesidad de la Buena Nueva de la Salvación, del anuncio de la liberación del pecado, de la muerte y de la ley". (Cfr. Rom. 5, 12-21). Y en el de Caleruega se exhortaba a "proponer explícitamente a los jóvenes el carisma y la vocación de la Orden, asociándolos a nuestra misión, si se ve conveniente con un compromiso temporal". Estas exhortaciones hechas a finales del siglo XX no han de ser nuevas para nosotras. Marie Poussepin y Sto. Domingo tenían una especial preferencia: evangelizar a la juventud.

Sto. Domingo se acercaba a los jóvenes, disfrutaba estando con ellos, era confidente de los estudiantes de Bolonia con quiénes gustaba conversar. Marie Poussepin "tomó consigo jóvenes del campo, sin asilo y sin recursos". Los jóvenes de hoy necesitan que se les acompañe, que se les ayude a salir del "campo" donde están inmersos "sin asilo" y "sin recursos". Un "campo" que actualmente es la sociedad del siglo XXI. En este tercer milenio la juventud no sabe donde recostar la cabeza. No encuentra una base firme para asentar su vida y no tiene, porque no se le ha dado, recursos para llegar a Dios.

"La juventud no es solamente un periodo de la vida correspondiente a un determinado numero de años, sino que es, un tiempo dado por la Providencia a cada hombre, tiempo que se le ha dado como tarea, durante el cual busca, como el joven del Evangelio (Mc. 10, 17), la respuesta a los interrogantes fundamentales. No sólo el sentido de la vida, sino también un plan concreto para comenzar a construir su vida. (Juan Pablo II). Por tanto, "uno de nuestros principales deberes es la instrucción y la educación de la juventud". (I.P.). Y por eso, Marie Poussepin insiste: "de todas las obras de Caridad, es está la que puede procurar la mayor gloria a Dios y más ventajas a los hombres, sobre todo cuando se emplea en sembrar en los corazones aún tiernos las semillas de la piedad". (R. XXVII).

Dar mayor gloria a Dios trabajando con la juventud. Pero para trabajar y sembrar en ellos se "debe amar lo que es esencial para la juventud". (Juan Pablo II). No siempre resulta fácil comprender y conectar con los jóvenes pero debemos saber escuchar. "A los jóvenes les hago tomar conciencia de esto: No es más importante, en absoluto, lo que yo os vaya a decir; lo importante es lo que vosotros me digáis...". (Juan Pablo II). Escuchar ha de ser uno de nuestros objetivos para con los jóvenes. Escuchar para evangelizar. Debemos evangelizar, en la medida de nuestros recursos y en función de nuestro carisma, a este mundo juvenil con sus heridas y alienaciones. Esta escucha hará que nuestra vida sea diferente y tenga una visión más amplia del mundo. Porqué "tenemos necesidad del entusiasmo de los jóvenes. Tenemos necesidad de la alegría de vivir que tienen los jóvenes. En ella se refleja algo de la alegría original que Dios tuvo al crear al hombre" ( Juan Pablo II ).

La juventud nos necesita y nosotros necesitamos de ellos. Demos, pues, el primer paso. Nuestro servicio evangélico entre los jóvenes debería situarse en la línea de nuestros predecesores en la Orden. Marie Poussepin se refiere varias veces a las niñas, que bien puede entenderse como "jóvenes". La Fundadora recomienda ponerse al alcance de la juventud (Cfr. R. XXVII) y tener "mucha ternura y vigilancia respecto a las niñas que educáis" (R.G.). La juventud necesita personas que les guíen en su proceso de crecimiento, "Jesús crecía en sabiduría y edad y gracia ante Dios y ante los hombres". (Lc. 2, 40). "Así pues, la juventud es un "crecimiento". Y esta cita evangélica parece ser particularmente sintética y sugestiva. El crecimiento "en edad" se refiere a la relación natural del hombre con el tiempo. Pero es necesario que a este proceso corresponda el crecimiento "en sabiduría y en gracia". (Juan Pablo II).

"Tratad de haceros temer y amar a la vez" (R.G.) porque el joven necesita de nosotras a cada momento y exige que sepamos amarlo pero, también, mantenerlo a raya cuando le conviene. "Sed dulce sin debilidad, firme sin dureza, grave sin altivez" (R.G.), de esta forma Marie Poussepin se acerca al joven, lo escucha, comprende y "corrige sin cólera" (R.G.). "La juventud todo lo capta, todo lo juzga, opina sobre todo, le cuesta perdonar lo que considera injusto. Aunque en ciertas ocasiones no lo parezca, la juventud es un terreno moldeable, receptivo, influenciable, ávido de recibir, por eso "Dios os pedirá de esto una cuenta rigurosa" (R.G.) de cuanto habéis hecho con ellos y por ellos". (RG. EEV'95).

"Cuando el presunto carisma o espiritualidad dominicana no encuentran seguidores quizá es una señal inequívoca de que necesitan ser recreados proféticamente. Cuando no hay "novicios" -nuevos seguidores-, quizá es tiempo de cambiar para volver a ser fieles. Quizá es un signo inequívoco de que los dominicos y dominicas deben hacer un quiebro o buscar una reacción contracultural, para que el carisma tenga nuevos seguidores" (E.D.). Estamos seguras de que el carisma de Marie Poussepin es válido hoy día, por tanto recobremos nuestros valores y pongámonos a trabajar.

Este texto pretende explicitar los rasgos de nuestra identidad, oferta válida para los jóvenes de hoy. Son "nuestros acentos", ese estilo de Marie Poussepin y de Sto. Domingo, que aporta algo peculiar, nuevo hoy como ayer, transformante, capaz de entusiasmar a esos jóvenes que se sienten llamados por el Señor. Y que deben ser evangelizadores de otros jóvenes, desde el poder de la Palabra, la misericordia, la vida fraterna, el estudio y la búsqueda permanente de la Verdad. "!Es la hora de una nueva acción!. La compasión de Jesús por la multitud hambrienta de pan y palabra (Mc. 6, 34), fue la misma de Marie Poussepin por los jóvenes sin orientación, sin educación, sin futuro... y ha de ser también la nuestra en este momento de la historia" (50º C.G.), "hoy es el momento favorable" (54º C.G.).

ELEMENTOS ESENCIALES DE NUESTRA IDENTIDAD

Domingo de Guzmán no pretendió convertirse él mismo en objetivo de seguimiento, simplemente procuró manifestar en su persona una forma de seguir fielmente a Jesús. Marie Poussepin hizo lo mismo, ella quiere que su comunidad tenga como fin "imitar por su conducta... la vida que Nuestro Señor llevó sobre la tierra". (R. I). La comunidad dominicana toma como referencia la primitiva comunidad apostólica, colocando como objetivo: La Salvación de los hombres, a través de la predicación, desde la oración y la experiencia contemplativa, el estudio constante de la Verdad y desde la vida de comunidad. Así, Marie Poussepin destaca la importancia de la intensidad de la contemplación en relación directa con el anuncio de la Palabra y el servicio de la caridad, la búsqueda de la Verdad, en la humildad y la sencillez; la importancia de la liturgia y de la vida común. (I.P.) .

Nuestra espiritualidad ha de ser una espiritualidad de Encarnación. Porqué esta era la espiritualidad de Sto. Domingo y de Marie Poussepin. Ellos comprendieron las palabras de San Pablo: "Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos" (Flp, 2, 6-7). El Misterio de la Encarnación les permitió comprender que lo humano y lo divino andan juntos. Por tanto, es el hombre concreto de carne y hueso, al que se debe llegar, el que debe ser salvado.

Se puede decir que "la espiritualidad de Sto. Domingo no es una espiritualidad románica, sino gótica. El Cristo de Domingo de Guzmán no es un Cristo Rey o un Pantocrátor románico, impasible y ajeno al drama humano. Es un Cristo gótico, sensible y paciente, doliente y crucificado, adentrado en hasta lo más hondo del drama humano. Se trata, pues, de una espiritualidad de encarnación, que asume con discernimiento la condición humana propia y ajena. Esta espiritualidad no es el resultado de la "fuga mundi", sino de la encarnación e inserción en el mundo" (E.D.).

De ahí que nuestro compromiso como Dominicas de la Presentación debe ser: 
 

- Que por encima de particularismos, parcelas,... nuestro objetivo primero será motivar al joven para el seguimiento de Jesucristo y su causa.
- Que nuestra Congregación no es un fin en si misma ni para si misma, sino "servidora" de la causa de la salvación.
- Que si nuestra espiritualidad dominicana centra su atención en la Encarnación, nuestro trabajo ha de dirigirse al joven concreto, de hoy. 
- De ahí que no podamos permanecer indiferentes ante cualquier situación deshumanizante, tanto del joven como de todo tipo de personas. 


Y aún debemos añadir, como Congregación nos comprometemos a una acción más decidida por los jóvenes y pedimos:

- Dar prioridad a lugares de presencia misionera donde están los jóvenes.
- Llevar adelante el proyecto misionero de pastoral juvenil y vocacional en toda la Congregación.
- Continuar la formación de hermanas comprometidas en esta misión. 
- Ayudar a los jóvenes a compartir lo que son y lo que tienen como riqueza específica, para hacerse evangelizadores de los otros jóvenes. 
- Hacer de nuestras comunidades lugares de acogida y de convivencia que hagan visible el amor cercano y misericordioso del Señor.

LA PREDICACIÓN

Pertenecemos a la orden de predicadores. En esta sencilla expresión está encerrada una de las razones de ser de nuestra Congregación. La predicación, esto es, el Anuncio del Evangelio, es la primera actividad pastoral de la Iglesia al servicio de la salvación de las hombres. Sto. Domingo tiene muy presente el libro de los Hechos de los Apóstoles y por tanto el proceso de nacimiento de la Iglesia, que es: Anuncio de la Palabra - Fe en Jesucristo - Conversión - Bautismo en el nombre del Señor Jesús - Celebración de la salvación en los sacramentos y en la vida.

Si falla el Anuncio de la Palabra se está construyendo en falso. Y "Cristo da a su Iglesia, en la fuerza del Espíritu, la misión de proclamar el Evangelio a todas las naciones". (Cfr. Mt. 28, 19-20). Las Dominicas de la Presentación "llamadas por el Señor, estamos reunidas en su nombre para conocer y anunciar a Jesucristo". La predicación: éste es el servicio que Sto. Domingo quiere prestar a la Iglesia. También lo pretende Marie Poussepin y por este motivo dice que las hermanas "lleven adonde quiera que sean llamadas, el conocimiento de Jesucristo y de sus misterios" (R. XXVII). Así pues, "anunciar a Jesucristo es nuestra misión: "Predicar el Evangelio no es para mi ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe". (1 Cor. 9, 16). Todas somos llamadas a evangelizar por nuestra vida cualquiera que sea nuestra actividad, nuestra edad y situación". Ni la actividad, ni la edad, ni la situación sirven como excusa para no evangelizar. Debemos estar convencidas de que el joven se fija en nosotras en cualquier circunstancia. Por tanto, nuestra vida debe ser testimonio de amor al Señor. Nuestra predicación como Dominicas de la Presentación no es una opción libre o una simple profesión, es una urgencia, una necesidad, una obligación.

¿Qué estilo de predicación programa Santo Domingo?
 

- Es una predicación desde la Iglesia y en nombre de la Iglesia, no contra la Iglesia.
- No está ligada a una iglesia-templo único (como la de los monjes), es por tanto, itinerante, que requiere libertad y movilidad.
- Es una predicación desde una comunidad en la que se cultiva la vida apostólica y evangélica.
- Es una predicación universal destinada a todo tipo de personas. 
- La predicación, estará respaldada por la palabra y el ejemplo.

En cuanto a la dinámica interna:
 

- La predicación dominicana ha de ser carismática, esto es, lo único que la debe respaldar es el Espíritu, la fecundidad de la Palabra de Dios y la autoridad espiritual del predicador. Sto. Domingo renuncia a cargos eclesiásticos, episcopados, porque desea la libertad de ser simplemente predicador.
- La predicación dominicana ha de ser doctrinal, esto es, cristocéntrica, positiva (la exhortación moral, la invitación a la penitencia, vienen después como una consecuencia lógica).
- La predicación dominicana es una predicación profética, no mira sólo al pasado o a visiones del futuro; su mira está puesta en el presente de la humanidad y de la Iglesia.
- La predicación dominicana es una predicación multiforme: tanto en lugares como en formas o estilos (en sermones, coloquios, encuentros,.. a través de la pluma, en el arte, los medios de comunicación, la investigación...) .
- La predicación dominicana es una predicación de fronteras, esto es, ir allí donde el Evangelio no es conocido o está devaluado.
Toda la vida dominicana se articula en torno a ésta, su razón de ser. Desde sus comienzos la orden es para la evangelización, desde la Palabra, el estudio, la oración y la vida fraterna. Todos estos elementos, son como los acentos que deben identificar a nuestros jóvenes su peculiar modo de ser cristianos y evangelizadores, miembros activos de la Iglesia, al servicio del Reino. Pero para eso nosotras debemos dar testimonio.

LA COMUNIDAD

El ideal evangélico y el modelo de la Comunidad Apostólica primitiva de los Hechos aparecen inspirando el proyecto fundacional de Santo Domingo. La imitación de la vida apostólica estaba en el ambiente. Y esta vida apostólica comporta dos elementos esenciales: la predicación y la vida de comunidad. Inspirada por la Providencia, Marie Poussepin funda "una Comunidad de la Tercera Orden de Santo Domingo. La razón de ser de su Comunidad es el servicio de la Caridad" (I.P.). La predicación será tarea de cada hermana: "conocer y anunciar a Jesucristo, según el proyecto de la Congregación, lo realizamos ante todo, en comunidades". Nuestra Madre Fundadora quiere "responder a las llamadas de su tiempo fundando una comunidad apostólica".

Santo Domingo ve que la vida de comunión fraterna es la primera predicación de sus frailes. A los primeros conventos los llamará "Casas de Predicación", en donde su mera existencia es ya anuncio del Evangelio. El vivir de los hermanos en comunión es una proclamación viviente del mensaje cristiano y anuncio de la presencia y esencia del Reino de Dios. "Cada Comunidad participa en la construcción del Reino". "La Comunidad debe ser acogida como Don de Dios". Con nuestra vida comunitaria, vida que debe basarse en la acogida, el compartir de los bienes, la ayuda mutua, la corrección fraterna, el perdón y el desprendimiento, hemos de hacer ver que ni el individualismo egoísta, ni la posición social, ni la identificación con los bienes materiales pueden encadenarnos irremediablemente. A través de nuestra vida comunitaria, podemos ser signos de vida frente a los poderes de la muerte. "El amor que nos une en comunidad y que se abre a todos nuestros hermanos, podrá ayudarles a descubrir el sentido de su existencia y de su vocación personal". (Const. 9). Esta unión debe hacer que el joven descubra valores que hoy en día no están en boga. Valores que en la sociedad consumista y egocéntrica, en la cual vivimos, no se encuentran y por tanto no llegan al joven. Debemos conseguir que la juventud descubra en nuestras comunidades, lo que el mundo no le ofrece.

Hablar claro y vivir en verdadera comunidad es imprescindible para que los jóvenes que están cansados de apariencias, dobles sentidos, falsas esperanzas,... encuentren sentido a sus vidas. "Pensad que Él os ha sacado del mundo, para procuraros ante todo, más medios para trabajar en vuestra santificación, no os ha conducido aquí sino con el fin de que continuéis esta gran tarea, trabajando en la salvación de los otros de la manera que os conviene; es decir por la instrucción, la asistencia y el buen ejemplo" (R.G.). Dar buen ejemplo es la manera de llegar al joven, él valorará nuestras acciones por pequeñas que sean, se fijará en nosotras y descubrirá que trabajamos para el mundo pero que estamos "fuera" de él. Estamos abiertas al mundo, como Marie Poussepin estuvo abierta a las necesidades de su época. Este "estar abiertas" se realiza en comunidad. Para los dominicos/as la vida comunitaria ha sido desde siempre el soporte de su predicación, su consagración, su estudio, su trabajo. Todo parte, de esta vida comunitaria, como misión y vuelve a ella como fruto evangelizador.

Nuestro espíritu comunitario es democrático: siempre se hace referencia a la comunidad y a las decisiones tomadas en común. Vivir con este espíritu comunitario es un reto; un logro de esfuerzos aunados; un fuerte deseo de construir y pulir una fraternidad; como un valor, que, al igual que la vida misma, está continuamente haciéndose y haciéndonos. Este espíritu comunitario-democrático nos impregna de libertad y autonomía, presente siempre en la tradición dominicana. Ello responde a nuestra profunda confianza y respeto hacia cada persona y su proyecto personal. "En un clima de verdad, delicadeza y discreción que favorece la amistad, nuestra diversidad llega a ser riqueza para la comunión y la misión".

LA MISERICORDIA Y LA COMPASIÓN

Antes de realizar cualquier tipo de planificación, lo que tenemos que ofrecer a los jóvenes es una actitud de misericordia. Misericordia que se enraiza en el amor lleno de ternura de Jesucristo que vino a salvar y no a condenar (Lc. 18, 10); con ella hemos de acercarnos a los jóvenes y acogerlos. Es la misericordia, ayer como hoy, la que debe caracterizar nuestra presencia como evangelizadores. Además nuestro mundo actual la necesita realmente. A lo largo de los tiempos son muchos los jóvenes que han encontrado la misericordia en las comunidades dominicas. Marie Poussepin hace del servicio de la caridad la razón de ser de su Comunidad. Una caridad basada en la misericordia hacia los jóvenes, los enfermos y los más pobres. Por eso, debemos ofrecer a los jóvenes, esta experiencia multiforme de la misericordia:

- Acoger la misericordia del Padre en nuestra vida y revelada plenamente en Jesucristo.
- Acoger la misericordia de los hermanos, que nos libera, que nos ayuda a descubrir nuestra verdad más honda sin temores ni ocultamientos.
- Aprender a mirar a nuestro entorno, desde la compasión por nuestro mundo, que vive en tinieblas, y dejar que esa compasión nos mueva a buscar denodadamente la luz, para poder anunciarla.
- Compasión por todas las pobrezas que nos rodean (injusticia, violencia,...), que nos compromete a compartir la suerte de los más débiles, anunciando y construyendo el Reino.

Nuestros predecesores dominicos/as nos estimulan con sus voces proféticas a seguir en la brecha denunciando y clamando por la justicia, por la paz, por los derechos humanos, por el respeto y la dignidad del hombre, para que los más indefensos y desheredados, preferidos de Dios, tengan el puesto que les corresponde como hijos de Dios. Y esto no sólo como exigencia evangélica, sino por fidelidad a nuestra tradición, a nuestro modo dominicano de ser Iglesia. "La evangelización nos urge a comprometernos en la lucha por la dignidad humana y la liberación total en Cristo, de nuestros hermanos más pobres".

LA ORACIÓN Y LA CONTEMPLACIÓN

No basta la voluntad, ni las dotes retóricas, ni las habilidades oratorias... en la predicación. El problema es de contenidos, de mensaje, de transmisión de experiencias de fe previamente vividas. Y la experiencia de Dios no se improvisa. El Misterio de la Salvación no se inventa, se nos revela y se nos ofrece como gracia. Domingo de Guzmán era muy consciente de estas exigencias de la predicación cristiana. No lo aprendió en ningún texto de pastoral. Lo llegó a comprender en la brega apostólica cotidiana. Por eso colocó en las raices de su proyecto fundacional la oración y la contemplación.
 

La oración brota en cualquier situación. La experiencia de Dios (esto es oración) no se circunscribe sólo a los espacios contemplativos de la vida del creyente. La oración y la experiencia contemplativa se han convertido en Domingo de Guzmán en el sustento esencial de su predicación. Y así, a mayor contacto con la humanidad, más urgente se le hace el diálogo con Dios. Y cuanto más intenso y profundo es el diálogo con Dios, más intenso es su contacto con la humanidad. No son dos acciones distintas en su vida, es un solo momento en dos vertientes complementarias.

Una cosa es clara para Sto. Domingo: es imposible una verdadera predicación apostólica si no está sustentada por una profunda experiencia de Dios, y esta se inicia al contacto con el drama humano. "Contemplación y misión son inseparables". Para su comunidad dominicana Marie Poussepin subraya la importancia de la contemplación. Nuestra Madre Fundadora nos dice: "Conservad la presencia de Dios en todas vuestras acciones; y para esto habladle a menudo, hablad a menudo de Él, y renovad frecuentemente la intención de hacerlo todo para su gloria" (R.G.). Estas palabras que sabemos de memoria deben interrogarnos y tornarse nuevas cada día. "En actitud de fe profunda cada día hemos de reelegir a Cristo".

La juventud ha de encontrar en nosotras esta presencia del Señor. Ha de oirnos hablar de Él. La vergüenza, el miedo a hacer el ridículo, no pueden alejarnos de nuestra verdadera misión: dar testimonio del Amor de Jesucristo por los hombres. La juventud agradece el hablar directo, la sociedad ya les complica demasiado las cosas. Con nuestra vida de oración, a la vez comunitaria y personal, enraizada en el memorial del Señor Jesús, alimentada por el estudio y la vida común, seremos testigos de un Dios que comparte la vida de los hombres. "La oración personal y comunitaria es para nosotras una necesidad vital". (Const. 11). Así frente al secularismo que encierra al ser humano en el universo puramente mundano y que a la vez, reduce la amplitud de la vocación humana, daremos testimonio de una gratuidad y de una esperanza que sólo puede dar la certeza de una vida que termina en Dios.

El dominico/a gusta por la liturgia celebrada con sencillez y elegancia. Se busca la armonía celebrativa. La oración es para el dominico/a el centro de su vida. Para Sto. Domingo el centro de la actitud de alabanza es la Eucaristía, también lo es para Marie Poussepin que "tuvo el deseo - imposible de realizar en su tiempo - de que el Cuerpo de Cristo fuera para sus hijas el Pan cotidiano" (I.P.). Una Eucaristía celebrada, compartida, festejada en común. En ella está el perdón, la Palabra, la súplica, el silencio, la comunión... No es "un método de oración", es "el método", es la orientación clave de nuestra oración dominicana, de nuestra oración cristiana, como movimiento constante hacia Dios y de Dios hacia nosotros. "La Eucaristía es el corazón de nuestra vida, el vínculo de nuestra unión fraterna y la fuente de nuestro impulso apostólico". Sólo de esta forma mostraremos al joven la importancia de la Eucaristía. Debemos huir de aprobar la conocida frase: yo ya rezo pero no voy a misa. Toda oración ha de llevarnos a la meditación y estudio reflexivo de la Palabra de Dios. Estudio es orar y viceversa para el dominico/a. El estudio hondo, cuestionador, escudriñador de la Verdad repartida en las verdades de la vida, las ideas, los hombres, es meditación orante.

La oración no se reduce a los tipos de meditación popularizados. Orar es amor, conocimiento, tensión búsqueda de respuestas humanas y cristianas a los problemas, angustias y anhelos de los hombres, sus hermanos. Esta contemplación ha de llevarnos a ser "punto de encuentro" entre ese silencio, horas de estudio, y el acercamiento, observación, análisis de las situaciones diarias en nuestro mundo. Por eso, la oración - contemplación - estudio dominicano, es una teología de Dios para el hombre y una antropología del hombre para Dios. "La dimensión contemplativa de nuestra vida exige tiempos intensos de oración". "El silencio, condición de encuentro con Dios y su Palabra, es plenitud del corazón; sosiega el espíritu y favorece la contemplación y el estudio".

No podemos pasar por alto el profundo sentido Mariano de la Orden. Se nos ha considerado como los religiosos/as de María a través de la difusión popular del rezo del Rosario. Pero la presencia de María en nuestra espiritualidad va mucho más allá de una sencilla devoción orante. Para el joven, inquieto y activo, es difícil ser constante en el rezo del Rosario. Sabe de su importancia y le gusta alabar a María, por eso agradece que se le ayude a ser fiel a esta oración y por consiguiente a María. "María, Madre de la Iglesia, es para nosotras modelo de fidelidad y de don. Con Ella contemplamos en el Rosario los misterios de la vida de Cristo a los cuales estuvo tan íntimamente unida". Sto. Domingo y la Orden, desde un principio, sintieron a María como Madre de Misericordia. Marie Poussepin dice que las hermanas "pueden esperarlo todo del socorro de la Santísima Virgen, bajo cuya protección se han puesto" (R. I). María es la transmisora de ese canto de salutación liberadora que es el Magníficat. Debemos fijarnos en Ella como la que conoce el dolor y el gozo y sabe guardarlo y meditarlo en el silencio para después obrar en consecuencia, entregándose totalmente.

EL ESTUDIO

El predicador debe conocer no sólo el mensaje que debe anunciar, sino también a los destinatarios de ese mensaje. Las preguntas que suscitan el estudio entre los predicadores son aquellas que surgen al contacto con la humanidad. No se debe perder de vista que son, en definitiva, los hombres, los destinatarios del mensaje cristiano. "Una seria formación constantemente actualizada nos capacita para responder de manera efectiva y conforme a la justicia, a las exigencias de la misión". Conocer las inquietudes y problemas del joven hará más fácil la tarea de anunciar a Jesucristo.
 

El don de la salvación es un don ofrecido a los hombres. Y la revelación tiene un carácter dialogal: el hombre interroga y Dios responde, Dios interpela al hombre y éste responde. Es respuesta a interrogantes radicales. Si el apóstol se sitúa al margen de estos interrogantes, el mensaje que pretende transmitir pasa al lado de los hombres, carece de destinatarios y, consiguientemente, carece también de sentido. El estudio dominicano tiene como finalidad la contemplación del Misterio de la Salvación y el anuncio de este misterio a los hombres, por tanto su objetivo es la Sagrada Escritura. 

Sto. Domingo "exhortaba y persuadía de palabra y por escrito a los frailes de su Orden a que estudiaran siempre el Nuevo Testamento y el Viejo Testamento" (Proc. Can. Bol., nº5). Marie Poussepin señala: "Las hermanas jamás omitirán alimentarse de la Escritura; que no dejen pasar ningún día sin emplear en la lectura el tiempo señalado, a fin de estar bien penetradas de las verdades que deben vivir y enseñar" (I. P.). "Contemplar y transmitir lo contemplado": nadie puede transmitir lo que no ha contemplado; y tratándose del Misterio de la Salvación, el simple conocimiento no basta, es necesaria una experiencia sabrosa de esa salvación. "La formación nos ayuda a conocer a Jesucristo y a responder a nuestra vocación apostólica".

Quien ha contemplado el plan salvífico de Dios y lo ha saboreado personalmente en fecundos momentos de oración y de estudio no puede menos de anunciar a los hombres "lo que han visto y oído". Con nuestra vida de estudio y reflexión, es decir, mediante la atención que prestamos a la vida de los hombres de hoy, el estudio asiduo de la Palabra de Dios, nuestra decisión de hacer la Verdad y la Justicia, podemos manifestar nuestro amor al mundo, nuestro deseo de servirlo y nuestro reconocimiento de que la vida tiene un sentido. Además, a través de esta vida de estudio y de lectura crítica de la realidad, podemos ser signos de libertad frente a las ideologías de moda, frente a la tentación del absurdo, frente a los valores deshumanizantes. El joven no nos pide que vayamos a la moda, ni que nos pongamos a su altura, al contrario nos quiere en nuestro lugar, convencidas de la vida para la cuál el Señor nos ha escogido y a la cuál, hemos aceptado.

El dominico/a al saberse "predicador del evangelio" vive en continuo movimiento interior y exterior de renovación, búsqueda y desafio. "El estudio o formación abarca toda nuestra vida y es obra de toda nuestra vida". El gusto por el estudio y reflexión en todas las áreas humanas, nos lleva a analizarlo todo. La atención a la cultura es aspecto fundamental en la vida del dominico/a. Aceptadores y abiertos a la verdad, venga de donde venga. Esta actitud nos ha de llevar a vivir esa síntesis fe - razón, la palabra de Dios como reflexión cristiana y las ciencias humanas como fuente de verdad. El dominico/a es humanista en la concepción de la vida. El hombre y Dios son los dos centros de reflexión y acción salvífica y liberadora. Su reflexión teológica, filosófica, humana, pretende ser síntesis de contrarios, profundamente unitiva. Parte del hombre y de la realidad concreta para dignificar y elevar cristianamente este mundo. El mundo es su lugar teológico. Su estudio y reflexión le lleva a tener un espíritu abierto, flexible, comunicativo, comprensivo, simpático, accesible y expansivo con las personas que trata. "La evolución del mundo exige de nosotras una continua actualización. La formación en la línea de nuestra identidad, es obra de toda la vida. Ella favorece la unidad de la persona y nos hace capaces de adaptarnos con discernimiento a situaciones siempre nuevas" (Const. 1).

CONCLUSIÓN

No hemos leído nada nuevo, todo está dentro de nosotras, pero a veces es necesario recordar, sirva este documento para retomar aquello que es esencial en nuestra vida. Sabemos que el Carisma de Marie Poussepin es muy amplio, lo hemos analizado desde su preocupación y su amor hacia la juventud. Ahora, ya sólo nos queda decir, que Marie Poussepin "todo lo espera de Dios pero también pone su confianza en aquellas que respondiendo al llamamiento del Señor la seguirán en la fe" (I.P.).

BIBLIOGRAFIA

- Constituciones de las Hnas. de la Caridad Dominicas de la Presentación de la Santísima Virgen:
- Marie Poussepin: la Intuición Primera.
- Reglas Generales para la conducta de las Hnas. de la comunidad de Sainville en las parroquias en donde se establezcan.
- "Cruzando el umbral de la Esperanza", Juan Pablo II, 1995.
- Documento "Marie Poussepin, Apóstol Social de la Caridad", 50º Capítulo General de las Hnas. Dominicas de la Presentación, 1994.
- Documento marco del "Movimiento Juvenil Dominicano" (MJD).
- "Espiritualidad Dominicana", Felicísimo Martínez, 1995.
- Extractos de las actas de los Capítulos Generales de la Orden celebrados en Ávila y Caleruega.
- "Queridísimos jóvenes", Juan Pablo II, 1995.
- Reglamentos para las Hnas. de Sainville.
- Reglas Generales.