Por Hna. Gemma Morató
OBRA DE LA PROVIDENCIA
Marie Poussepin y su "Obra de la Providencia" dan para escribir numerosas páginas para recordar y volverse a impregnar de todo lo que hizo esta sierva de Dios. Así pues, este escrito pretende reflexionar sobre un campo concreto: los jóvenes, predilectos para la misión que el Señor encomendó a nuestra Madre Fundadora. Bien seguro que 1696 no fue un año fácil para Marie Poussepin. Ahora, después de más 300 años, lo podemos leer de diferentes formas. Pero lo más importante es que sepamos impregnarnos del espíritu de nuestra Fundadora y obrar como ella hizo, con audacia, prudencia y entrega total al Señor. Redescubramos en estas páginas que quiere Marie Poussepin de nosotras y que desea para la juventud actual.
introducción
Marie Poussepin siempre pensó en la juventud. Cuántas veces hemos oído, leído, reflexionado, que fundó en Sainville "una Comunidad de la Tercera Orden de Santo Domingo, para utilidad de la parroquia, para la instrucción de la juventud y el servicio a los pobres enfermos" (I.P.). Desde el principio Marie Poussepin trabajó con y para los jóvenes. Su deseo de responder a la llamada de Dios y a las necesidades de los hombres hizo de la juventud un objetivo para la misión encargada a su comunidad. Una comunidad realmente dominicana que se ampara bajo la protección de la Virgen Maria. (Cfr. I.P.). La Orden, a través de los últimos capítulos generales de los frailes y de las congregaciones femeninas, ha puesto de manifiesto la urgencia de una presencia evangelizadora en el mundo de los jóvenes. Es necesario buscar formas de actuación desde nuestro carisma, para el servicio de los jóvenes. Es una prioridad para los dominicos/as de hoy.
Marie Poussepin parte a Sainville y "allá se propone establecer con algunas jóvenes pobres del lugar una Comunidad...". (I.P.). Vivimos en un mundo en el cual aún hay muchos jóvenes pobres, no padecen la misma pobreza que los de 1696, pero sí, una pobreza que mantiene vigente, después de 300 años, la misión que nos encomendó Nuestra Madre Fundadora.
En los últimos capítulos generales de los frailes se remarca que la Orden debe tomar conciencia de la necesidad que tienen los jóvenes de ser evangelizados. En el capítulo de Ávila ya se afirmaba que: "para nosotros, los creyentes, este mundo de los jóvenes tiene necesidad de la Buena Nueva de la Salvación, del anuncio de la liberación del pecado, de la muerte y de la ley". (Cfr. Rom. 5, 12-21). Y en el de Caleruega se exhortaba a "proponer explícitamente a los jóvenes el carisma y la vocación de la Orden, asociándolos a nuestra misión, si se ve conveniente con un compromiso temporal". Estas exhortaciones hechas a finales del siglo XX no han de ser nuevas para nosotras. Marie Poussepin y Sto. Domingo tenían una especial preferencia: evangelizar a la juventud.
Sto. Domingo se acercaba a los jóvenes, disfrutaba estando con ellos, era confidente de los estudiantes de Bolonia con quiénes gustaba conversar. Marie Poussepin "tomó consigo jóvenes del campo, sin asilo y sin recursos". Los jóvenes de hoy necesitan que se les acompañe, que se les ayude a salir del "campo" donde están inmersos "sin asilo" y "sin recursos". Un "campo" que actualmente es la sociedad del siglo XXI. En este tercer milenio la juventud no sabe donde recostar la cabeza. No encuentra una base firme para asentar su vida y no tiene, porque no se le ha dado, recursos para llegar a Dios.
"La juventud no es solamente un periodo de la vida correspondiente a un determinado numero de años, sino que es, un tiempo dado por la Providencia a cada hombre, tiempo que se le ha dado como tarea, durante el cual busca, como el joven del Evangelio (Mc. 10, 17), la respuesta a los interrogantes fundamentales. No sólo el sentido de la vida, sino también un plan concreto para comenzar a construir su vida. (Juan Pablo II). Por tanto, "uno de nuestros principales deberes es la instrucción y la educación de la juventud". (I.P.). Y por eso, Marie Poussepin insiste: "de todas las obras de Caridad, es está la que puede procurar la mayor gloria a Dios y más ventajas a los hombres, sobre todo cuando se emplea en sembrar en los corazones aún tiernos las semillas de la piedad". (R. XXVII).
Dar mayor gloria a Dios trabajando con la juventud. Pero para trabajar y sembrar en ellos se "debe amar lo que es esencial para la juventud". (Juan Pablo II). No siempre resulta fácil comprender y conectar con los jóvenes pero debemos saber escuchar. "A los jóvenes les hago tomar conciencia de esto: No es más importante, en absoluto, lo que yo os vaya a decir; lo importante es lo que vosotros me digáis...". (Juan Pablo II). Escuchar ha de ser uno de nuestros objetivos para con los jóvenes. Escuchar para evangelizar. Debemos evangelizar, en la medida de nuestros recursos y en función de nuestro carisma, a este mundo juvenil con sus heridas y alienaciones. Esta escucha hará que nuestra vida sea diferente y tenga una visión más amplia del mundo. Porqué "tenemos necesidad del entusiasmo de los jóvenes. Tenemos necesidad de la alegría de vivir que tienen los jóvenes. En ella se refleja algo de la alegría original que Dios tuvo al crear al hombre" ( Juan Pablo II ).
La juventud nos necesita y nosotros necesitamos de ellos. Demos, pues, el primer paso. Nuestro servicio evangélico entre los jóvenes debería situarse en la línea de nuestros predecesores en la Orden. Marie Poussepin se refiere varias veces a las niñas, que bien puede entenderse como "jóvenes". La Fundadora recomienda ponerse al alcance de la juventud (Cfr. R. XXVII) y tener "mucha ternura y vigilancia respecto a las niñas que educáis" (R.G.). La juventud necesita personas que les guíen en su proceso de crecimiento, "Jesús crecía en sabiduría y edad y gracia ante Dios y ante los hombres". (Lc. 2, 40). "Así pues, la juventud es un "crecimiento". Y esta cita evangélica parece ser particularmente sintética y sugestiva. El crecimiento "en edad" se refiere a la relación natural del hombre con el tiempo. Pero es necesario que a este proceso corresponda el crecimiento "en sabiduría y en gracia". (Juan Pablo II).
"Tratad de haceros temer y amar a la vez" (R.G.) porque el joven necesita de nosotras a cada momento y exige que sepamos amarlo pero, también, mantenerlo a raya cuando le conviene. "Sed dulce sin debilidad, firme sin dureza, grave sin altivez" (R.G.), de esta forma Marie Poussepin se acerca al joven, lo escucha, comprende y "corrige sin cólera" (R.G.). "La juventud todo lo capta, todo lo juzga, opina sobre todo, le cuesta perdonar lo que considera injusto. Aunque en ciertas ocasiones no lo parezca, la juventud es un terreno moldeable, receptivo, influenciable, ávido de recibir, por eso "Dios os pedirá de esto una cuenta rigurosa" (R.G.) de cuanto habéis hecho con ellos y por ellos". (RG. EEV'95).
"Cuando el presunto carisma o espiritualidad dominicana no encuentran seguidores quizá es una señal inequívoca de que necesitan ser recreados proféticamente. Cuando no hay "novicios" -nuevos seguidores-, quizá es tiempo de cambiar para volver a ser fieles. Quizá es un signo inequívoco de que los dominicos y dominicas deben hacer un quiebro o buscar una reacción contracultural, para que el carisma tenga nuevos seguidores" (E.D.). Estamos seguras de que el carisma de Marie Poussepin es válido hoy día, por tanto recobremos nuestros valores y pongámonos a trabajar.
Este texto pretende explicitar los rasgos de nuestra identidad, oferta válida para los jóvenes de hoy. Son "nuestros acentos", ese estilo de Marie Poussepin y de Sto. Domingo, que aporta algo peculiar, nuevo hoy como ayer, transformante, capaz de entusiasmar a esos jóvenes que se sienten llamados por el Señor. Y que deben ser evangelizadores de otros jóvenes, desde el poder de la Palabra, la misericordia, la vida fraterna, el estudio y la búsqueda permanente de la Verdad. "!Es la hora de una nueva acción!. La compasión de Jesús por la multitud hambrienta de pan y palabra (Mc. 6, 34), fue la misma de Marie Poussepin por los jóvenes sin orientación, sin educación, sin futuro... y ha de ser también la nuestra en este momento de la historia" (50º C.G.), "hoy es el momento favorable" (54º C.G.).
ELEMENTOS ESENCIALES DE NUESTRA IDENTIDAD
Domingo de Guzmán no pretendió convertirse él mismo en objetivo de seguimiento, simplemente
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